sábado, 18 de noviembre de 2006

Ana Carolina Reston


Tenía 18 años, 1,74 de altura, pesaba apenas 40 kilos y había sido internada hace tres semanas por una infección urinaria que se transformó en insuficiencia renal, y más tarde en una infección generalizada. Carolina, joven, hermosa y brasileña, sólo comía manzanas y tomates, aunque era conocido de sus allegados su debilidad por el plato nacional de Brasil: a feijoada.
Con los clásicos medios de comunicación, en un país llamado Estados Unidos, nació una recreación diaria que puede alcanzar el rango de patología. El consumismo y las aspiraciones de los ricos y la antigua burguesía ya estaban al alcance de todos; óperas, teatros, películas anunciadas en luminosos. Las calidades de las localidades no eran las mismas, pero uno se podía comparar con la clase burguesa. Y nació el imperio del consumo, del querer más para tener lo mismo, más o mejor. Este natalicio no hubiera sido posible o se habría dado de modo diferente de no existir la publicidad. Las estrategias de la publicidad se colaron en todos los hogares para infectarlos con un modus vivendi estándar, para darnos la imagen perfecta de la mujer más bella. Y afinando en las tendencias, para seguir vendiendo, llegamos a las escuálidas mujeres que pasean vestidos y diseños imposibles de lucir. Y aunque las señoras de la farándula o grandes estrellas exhibirán esas pomposas, estrafalarias o elegantes telas, quienes las presentan en las pasarelas y en la publicidad son, muchas de ellas, incipientes mujeres aún en la adolescencia que modifican sus hábitos alimentarios para entrar en el canon de belleza que venden la publicidad y el diseño del siglo XXI. Nada de mujeres reales y delgadas, de talla cuarenta y esbeltas de tronco y piernas, no, ahora la moda es niñas que enferman para hacerse un hueco en el circo de las pasarelas de la anorexia. De este modo se alcanza un cuadro clínico tal: infección generalizada provocada por una extremada debilidad, según informó el pasado miércoles la prensa, tal como le ocurrió a Carolina Reston.
La madre de la modelo, consternada y abrumada por la repercusión que ha tenido el fallecimiento de su hija, quiso lanzar un mensaje al mundo “que la historia de Carolina sirva de lección”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una vida truncada por una obsesión.
Lamentable y penoso que una mente joven y un cuerpo bonito enferme de manera voluntaria hasta conseguir su extinción...
Un nuevo ejemplo de las enfermedades predominantes en el siglo XXI: enfermedades de la mente y el alma.

Saludos